Claudia Ancieta

Ejercicio 24


Cuando la periodista musulmana Anese anda por las calles de Afganistan para filmar lo que es noticia, sabe que no puede pasar las fronteras de Kabul, ya que en las demás provincias es imposible. La periodista no puede aparecer en pantalla, por esto solo se escucha su voz. Su familia no está orgullosa de que sea periodista o por lo menos no lo demuestran, sentirían una gran vergüenza si es que todos la pudieran ver en la televisión.

"Cuando estoy en la calle grabando una entrevista los hombres me dicen insultos, frases de mal gusto que no puedo repetir... La situación de la mujer no ha mejorado, en las aldeas sufren malos tratos. Es una cuestión cultural: la mujer siempre ha sido un elemento secundario". Explica la periodista Anese de 25 años

Ser mujer en Afganistán, es peligroso sobre todo para las jóvenes que deciden retar a la tradición, con profesiones tan poco adecuadas como la de periodista de televisión. No es éste un país para heroínas ni adelantadas a su época.

Kabul,capital del fuego y la ciudad más grande de Afganistán, En el autoescuela Usmani, cerca del teatro nacional, son tan modernos que enseñan a conducir a las mujeres que lo desean y pagan por ello. No muchas se atreven a romper el tabú.
El volante es cosa de tipos rudos que mascan palillos, se hurgan la nariz sin esperar al semáforo que nunca funciona en esta oscura y antigua ciudad, meten el capó porque cada cruce es un campo de batalla.

En Uslami los machos peatonalizados no se conforman con su rol de mirones y vagabundean por los alrededores para llamar putas a las aspirantes. Lo mismo le sucede a Anese en sus reportajes. Puta es toda aquella mujer que cree en la libertad.

Para las mujeres como Anese, quienes escaparon del analfabetismo que impide al 84% de las afganas, todo es diferente: saben que existe la posibilidad de elegir y eligen. "La educación es la única arma, un derecho esencial, pero sólo es posible ejercerlo cuando hay paz".

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